El cuerpo humano destila comunicación por los poros. Cada uno de nuestros músculos contribuye en la emisión de mensajes. Muchas veces el lenguaje verbal resulta incompleto sin un buen acompañamiento de gestualidad. Como una canción a capella, el lenguaje estrictamente verbal puede sonar bien, pero le falta algo.
La política resulta particularmente sensible al juego de la gestualidad. En un universo de naturaleza engañosa, donde generalmente los discursos no son sinceros, la gestualidad llega a jugar un papel primordial a la hora de descifrar la verdadera intención del mensaje de nuestros políticos, criollos y no tanto.
Son muchos los capítulos de la historia política del país en los que el lenguaje gestual ha sido el protagonista. En muchos de ellos, los gestos han ido en contraposición a lo que el político dice verbalmente, aunque resulte difícil de descifrar. Sebastián Serrano, en su libro “El regalo de la comunicación” indica que “los signos no verbales resultan un tanto difusos, indefinidos y poco explícitos, debido a que constituyen el lenguaje de nuestros delicados, elusivos y con frecuencia extremadamente complejos sentimientos”.
Recuerdo de manera muy clara el primer evento electoral al que mis sentidos acudieron con particular lucidez. Eran las elecciones presidenciales del año 1983. Los candidatos eran el Dr. Rafael Caldera y el Dr. Jaime Lusinchi. En el episodio al que me refiero me encuentro frente al televisor con mi abuela viendo el discurso de Caldera reconociendo el triunfo de Lusinchi, recuerdo a mi abuela burlándose de la cara de Caldera admitiendo su derrota.
Otro episodio que recuerdo con mayor claridad es el discurso de Carlos Andrés Pérez en cadena nacional durante el intento de golpe del 4F. Pérez estaba escoltado por su entonces Ministro de Defensa, y ninguno de los dos tenía cara de valentía precisamente. De hecho, resultaba particularmente extraño escuchar al entonces Presidente llamando a la calma y afirmando que “todo estaba bajo control”, con una cara que a leguas reflejaba miedo e incertidumbre.
Más en nuestros días, vemos como la gestualidad ha obtenido mayor importancia con un gobierno que apela a cada momento a los símbolos para comunicarse con el pueblo: Una mano que golpea la otra, un sonoro pitazo que despide funcionarios públicos, gestos de triunfalismo inocultables en cada proceso electoral.
El Presidente Chávez es un maestro de la gestualidad. En sus discursos mantiene un contacto con la audiencia basado no solo en su verbo, sino también en sus gestos, en sus movimientos. La gente se identifica llegando algunos a imitarlo para trasmitir el mismo mensaje.
Serrano afirma también que “el impacto de un discurso está más relacionado con cómo se pronuncia que con qué se dice”. Y últimamente hemos comprobado de cerca esta afirmación.
Resultó bastante significativo el famoso “carómetro” al que hizo referencia el, ahora diputado disidente, Ismael García para indicar en tono burlón que los resultados comiciales del Referéndum a la Reforma Constitucional no estaban siendo favorables al gobierno. Y es que la rueda de prensa que dio el comando de campaña fue una verdadera sinfonía de gestos, donde más que nunca se veía como el verbo puede en algunos casos distar de manera casi total con la comunicación gestual.
Particularmente este tema de la comunicación gestual resulta inherente a la estructura comunicacional del gobierno actual, si no, recordemos la cara del Ex –ministro Pedro Carreño cuando una periodista le puso en descubierto su doble discurso al hablar de socialismo vistiendo ropa de diseñador.
Pareciera ser una premisa de este gobierno el dicho que reza “no hagas caso a lo que digo, sino a lo que hago”.
La política resulta particularmente sensible al juego de la gestualidad. En un universo de naturaleza engañosa, donde generalmente los discursos no son sinceros, la gestualidad llega a jugar un papel primordial a la hora de descifrar la verdadera intención del mensaje de nuestros políticos, criollos y no tanto.
Son muchos los capítulos de la historia política del país en los que el lenguaje gestual ha sido el protagonista. En muchos de ellos, los gestos han ido en contraposición a lo que el político dice verbalmente, aunque resulte difícil de descifrar. Sebastián Serrano, en su libro “El regalo de la comunicación” indica que “los signos no verbales resultan un tanto difusos, indefinidos y poco explícitos, debido a que constituyen el lenguaje de nuestros delicados, elusivos y con frecuencia extremadamente complejos sentimientos”.
Recuerdo de manera muy clara el primer evento electoral al que mis sentidos acudieron con particular lucidez. Eran las elecciones presidenciales del año 1983. Los candidatos eran el Dr. Rafael Caldera y el Dr. Jaime Lusinchi. En el episodio al que me refiero me encuentro frente al televisor con mi abuela viendo el discurso de Caldera reconociendo el triunfo de Lusinchi, recuerdo a mi abuela burlándose de la cara de Caldera admitiendo su derrota.
Otro episodio que recuerdo con mayor claridad es el discurso de Carlos Andrés Pérez en cadena nacional durante el intento de golpe del 4F. Pérez estaba escoltado por su entonces Ministro de Defensa, y ninguno de los dos tenía cara de valentía precisamente. De hecho, resultaba particularmente extraño escuchar al entonces Presidente llamando a la calma y afirmando que “todo estaba bajo control”, con una cara que a leguas reflejaba miedo e incertidumbre.
Más en nuestros días, vemos como la gestualidad ha obtenido mayor importancia con un gobierno que apela a cada momento a los símbolos para comunicarse con el pueblo: Una mano que golpea la otra, un sonoro pitazo que despide funcionarios públicos, gestos de triunfalismo inocultables en cada proceso electoral.
El Presidente Chávez es un maestro de la gestualidad. En sus discursos mantiene un contacto con la audiencia basado no solo en su verbo, sino también en sus gestos, en sus movimientos. La gente se identifica llegando algunos a imitarlo para trasmitir el mismo mensaje.
Serrano afirma también que “el impacto de un discurso está más relacionado con cómo se pronuncia que con qué se dice”. Y últimamente hemos comprobado de cerca esta afirmación.
Resultó bastante significativo el famoso “carómetro” al que hizo referencia el, ahora diputado disidente, Ismael García para indicar en tono burlón que los resultados comiciales del Referéndum a la Reforma Constitucional no estaban siendo favorables al gobierno. Y es que la rueda de prensa que dio el comando de campaña fue una verdadera sinfonía de gestos, donde más que nunca se veía como el verbo puede en algunos casos distar de manera casi total con la comunicación gestual.
Particularmente este tema de la comunicación gestual resulta inherente a la estructura comunicacional del gobierno actual, si no, recordemos la cara del Ex –ministro Pedro Carreño cuando una periodista le puso en descubierto su doble discurso al hablar de socialismo vistiendo ropa de diseñador.
Pareciera ser una premisa de este gobierno el dicho que reza “no hagas caso a lo que digo, sino a lo que hago”.
1 comentario:
Está chévere esto. La verdad es que este gobierno habla más por gestos que palabras –que ya es mucho decir–. Un ejemplo reciente son las caras de HCF en la entrevista de la BBC, como miraba hacia arriba, como se hacía el que no entendía y cuando entendía claramente buscaba complicidad de sus burlas en los que estaban tras las cámaras. Se notaba a leguas que se sentía atrapado.
Referente a gobiernos anteriores... el día que Herrera entregó la presidencia, mi hija, que tenía sólo 4 años, vió el acto por televisión atentamente por largo rato. Después se paró y preguntó: "Para trabajar con el presidente tienes que ser gordo?". Nunca se me olvida.
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