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Sofía Ímber: un país no puede vivir sin dialogar

Dos palabras definen a Sofía Ímber: Periodismo y Arte. En esas dos palabras oscilan todas las anécdotas de su vida. Al menos eso decía la investigación previa y los conocimientos que tenía del personaje antes de asistir a la cita de la entrevista.
Las personas cambian, física y mentalmente, y aunque siempre conservamos un “algo” esencial que nos define, ciertamente la vida es un ir y venir de experiencias que moldean tu personalidad en un cambio constante. Esa era la reflexión que me hacía al encaminarme a la casa de la señora Sofía Ímber.

Recordaba con bastante claridad algún guión de un micro que escribí junto a un compañero de clases para alguna práctica de Radio en la UCV. Uno de los personajes de ese micro era una suerte de parodia de Sofía Ímber. El mundo y sus vueltas. Iba yo en un taxi rumbo a entrevistar a un personaje que ahora me inspiraba respeto y algún tipo de temor. De ese temor que más bien es “miedo escénico”, porque se trata del sometimiento al escrutinio de una audiencia. Sofía iba a ser mucho más que una entrevista más, iba a ser una suerte de examen de periodismo, una tesis de grado en formato “trabajo profesional”. Iba a entrevistar a la periodista que hizo el primer programa de entrevistas en la mañana en Venezuela, la primera mujer ganadora de un Premio Nacional de Periodismo, y una escuela viviente del periodismo y el arte venezolano. Y estábamos unidos en ambas cosas: el periodismo y el arte.

¿Qué se le puede preguntar a alguien que pasó gran parte de su vida haciendo preguntas? Con ese cuestionamiento en mente llegué al sitio. La señora Sofía estaba sentada en un sillón de cuero negro esperando. El sitio donde estaba podría ser reconocido en algunas de las muchas fotos que se encuentran en Google Images al colocar “Sofía Ímber” en el campo de búsqueda. Una biblioteca infinita donde se pueden leer todo tipo de autores y géneros literarios, mesas con muchos portarretratos que guardan memorias del pasado. En varios de ellos se puede reconocer a la joven Sofía, hermosa y de cabellera larga. No muy distinta a la mujer que me espera sentada en el sillón, aunque es evidente que los años no han pasado en vano ¿Dije años? No, más bien las experiencias han dejado huella.

Sofía es una mente brillante y lúcida encerrada en un cuerpo que carece de fuerzas. Hila su pensamiento de manera perfecta, el motor de búsqueda de su memoria funciona bastante bien. Me invita un café, me pregunta si quiero azúcar o edulcorante:

- Edulcorante, soy diabético
- ¡Tan joven! No debe ser desde hace mucho
- En verdad no, pero la vida me ha cambiado desde que me lo dijeron
- Si, la vida cambia radicalmente

Le explico los detalles de la entrevista, el nombre de la revista y su objetivo, sus contenidos y la naturaleza de la sección donde va a estar: “Ok, adelante”, me dijo.

Sofía y el mundo

“Viví en Bogotá un año, un año y un día para ser exactos. Trabajé en la Revista Sábado donde estaban trabajando venezolanos muy importantes para la cultura y el periodismo. Allí tuve mis primeros percances como periodista. Fui a entrevistar al entonces ministro de educación Germán Arciniegas, él me invitó un café, pero me invitó a un sitio donde había puros hombres, en aquel tiempo las mujeres no entraban a los cafés. Al día siguiente salió publicado “una periodista se atrevió a entrar a un café en Colombia”.

Recuerda con especial cariño a Soledad Mendoza “una excelente editora”, y al Gabo. Pero también estuvo en Francia unos catorce años y otros cuatro años en Bélgica acompañado a su primer esposo que ejercía funciones diplomáticas en el país, pero Sofía siempre prefirió Venezuela, un país al que llegó a los seis años de edad, pero que sin duda representa su pasión.

El perfeccionismo y sus altibajos

Sofía tiene fama de perfeccionista, aunque ella minimiza ese elemento de su reputación: “Todos tratamos de ser perfeccionistas –me dice –, la tendencia debe ser siempre hacia la excelencia. No es que se logre, pero el trabajo que haces hoy lo debes hacer mejor mañana. Tu en este mismo momento estás tratando de hacerme una entrevista perfecta”, y yo sonrío con la incomodidad del que se siente descubierto.

“El perfeccionismo me ha traído buenos y malos momentos, pero la vida se trata de eso. He vivido buenos momentos, como ese Premio Nacional de Periodismo, pero también momentos malos como el despido por Televisión de mi cargo en el Museo de Arte Contemporáneo”.

Sofía Ímber había fundado el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en el año 1973, al que logró convertir en el museo con la mejor colección de arte contemporáneo de Latinoamérica. A partir de 1990 el Museo llevaba el nombre de la periodista, hasta el año 2001 cuando el presidente Hugo Chávez la destituyó desde su programa televisivo “Aló Presidente” alegando que había impulsado “una revolución cultural que iba a renovar a los dirigentes del área cultural del país que ha sido secuestrada por una elite”. Sofía formaba parte de esa “élite”.

“Hubiese sido más fácil que me pidiera la renuncia. Eso fue un domingo, él tenía un “Aló Presidente”, me llamaron por teléfono y me dijeron que él me había botado desde el programa. Yo salí, me tomé un café y me fui a mi casa. Después fui a buscar mis cosas al Museo y me despedí de mis compañeros. Nunca tuve ningún contacto previo con el Presidente”.

En su momento, al artista plástico Fernando Botero envió una carta de protesta al Presidente venezolano por la acción tomada contra la periodista y hasta ese momento directora del MACCSI. Al poco tiempo Sofía Ímber declararía que antes de irse Botero tenía dispuestas 25 esculturas para donar al Museo, "Pero al botarme no quiso hacerlo".

Periodismo y Arte: sus verdaderos apellidos

“Yo llegué al periodismo haciéndolo. Empecé trabajando en el diario Ahora con Guillermo Meneses (su primer esposo y personaje famosísimo de la narrativa venezolana), estaban esperando que estallara la 2da Guerra Mundial y por lo tanto se hacían guardias. Yo acompañaba a mi marido y empecé a hacer notas”. Y es que, al parecer, en eso de trabajar con sus esposos Sofía fue experta. En su experiencia en televisión también estuvo ligada a su pareja, en ese entonces su segundo marido Carlos Rangel: “Tuve el primer programa de entrevistas de la mañana. Era a las 6 de la mañana”, ese programa se llamaba “Buenos días” y fue transmitido por la señal del canal del Estado, Venezolana de Televisión (VTV), pasando luego a otros canales cambiando su nombre a “Lo de hoy”. Un espacio de entrevistas que duró más de veinte años al aire.

Sofía Ímber fue la primera mujer que ganó un Premio Nacional de Periodismo, lo que ocurrió en el año 1971: “Fue inesperado, pero fue un premio justo. Yo trabajé igual que los hombres”. “A mí no me gusta ser entrevistada –me lanza la advertencia –. Yo pensé mucho antes de aceptar esta entrevista, pero como me van a leer en Colombia en donde tuve muy buenas relaciones, acepté”. Sin embargo, el género la entusiasma. Dice que la entrevista posee un valor que le parece importante: el diálogo: “…el diálogo te da la base de casi todas las cosas de la vida. Los diálogos son necesarios entre personas, las instituciones, el gobierno con su pueblo, todos necesitamos dialogar”.

¿Y conoce Internet?

- Claro, Internet nos ha dado la posibilidad de que alguien esté en su casa y pueda ver una exposición que está ocurriendo en ese momento en otro lado del mundo. Yo uso Twitter, aunque solo para seguir a la gente, a los que me escriben. Internet ha hecho posible el diálogo verdadero.

Definitivamente, una mente brillante.

“Muchos artistas trabajan con los nuevos medios tecnológicos y el arte no baja de calidad. Se publican cosas en Internet y poseen la misma calidad del lienzo. Hay gente neófita que ven lo malo en todo lo que les sea nuevo”.

Pero no solo del periodismo vivió Sofía. El arte es su otro apellido: “El arte está en mi vida desde que nací. Toda la vida he estado en museos, y luego estuve estudiándolo. El periodismo y al arte son elementos básicos para una sociedad democrática. Poseen el máximo grado de importancia para la sociedad”.

“Ha habido un renacer muy fuerte de la cultura. Las galerías han empezado a tomar el sitio de los museos. Las paredes de la calle ahora tienen arte. Iniciativas como Por el Medio de la Calle son cosas magníficas. Todas las épocas tienen sus buenos y malos momentos, pero hoy hay cosas que me animan mucho, espacios como Los Galpones con sus galerías, sus conciertos, sus muestras de cine. La Estancia es un sitio donde se hacen cosas muy interesantes. Las editoriales se han multiplicado, hay autores jóvenes, ensayistas, poetas que han encontrado formas de expresarse.

El arte en sí mismo es una fuerza que empuja todo de abajo hacia arriba”. En ese momento nos interrumpe Babú, uno de sus perros. Un inquieto canino que solamente estaba dándole el preámbulo a Chiquita, una diminuta cachorrita que pide con los ojos y las patas subirse al sillón con su dueña. La ayudo a subir y se queda a su lado, yo continúo con la entrevista.

“Sin diálogo un país no vive –retoma –, sin diálogo una persona no vive. Por eso lo más terrible que hay en la vida es estar preso. Y lamentablemente hoy tenemos en Venezuela presos políticos, algunos muy enfermos, para los que la ciudadanía ha pedido libertad, y no se le ha dado la libertad ni siquiera para morir”.

Su vena política es otra cosa que no se duerme.

Antes de abandonar la casa de Sofía Ímber, me pide que no edite nada de lo que dijo: “Ya muchos periodistas no respetan eso, y ni siquiera tienen consideración con una que ya es mayor”. Por respeto y por homenaje, esta entrevista mantuvo intactas sus declaraciones.

- Fue un placer conocerle y entrevistarla Sofía.
- Gracias colega, en verdad me sentí muy cómoda.