Siempre creí que la mayor (y hermosa) de las utopías sociales se hallaba en Marx, hasta que me topé con Habermas.
Habermas, describe una sociedad perfectamente estructurada por el diálogo, la deliberación y el discurso, y muestra un panorama que en muchos casos se asemeja con el contexto socio político actual que se vive en Venezuela.
Lo curioso de esto es que en algunos casos, la sociedad “quintarrepublicana” se asemeja mucho más con sociedad gobernada por la Acción Comunicativa de Habermas, que con la misma Sociedad Socialista de Marx. Tal vez lo que quiere decir esto es que la vía para llegar a Marx es Habermas, curioso, realmente curioso.
Lo bueno en todo esto es la evidente buena intención de conseguir una sociedad políticamente perfecta a través de la comunicación, lo que deja muy bien parada a esta corriente humanista que a veces es mal vista por sus hermanas (o más bien sus tías abuelas), la sociología y la filosofía. De hecho, hay muchas cosas que son posibles en la descripción habermasiana de la sociedad perfecta: El pueblo ejerce su deliberación a través del voto, mediado siempre por los medios de comunicación, el discurso es el catalizador de la racionalidad en la sociedad, los medios se regulan dentro del marco de la ética de la deliberación política, pero siempre hay un ente regulador primigenio que decide los parámetros bajo los cuales se da toda esa ética comunicacional y política, y estos son los que detentan el poder. Es entonces cuando aparece lo malo.
Y es que en definitiva cualquier teorización de la sociedad que pretenda una solución absoluta de las contradicciones humanas, termina siendo una base filosófica para cualquier sistema autoritario, sea este de izquierda o de derecha. La única forma de acabar con la contradicción es imponiendo criterios, y cualquier disidencia es considerada una falta a la verdadera sociedad perfecta.
Habermas no habla de aquellos sectores que no poseen acceso a los medios de comunicación, no habla de aquellos sectores que no tienen acceso a una educación que les permita deliberar en los términos que exige la deliberación en sí misma, peor aún, la deliberación en Habermas oscila siempre en el acuerdo, sin mencionar el rencor que puede producir la exclusión consecuente de tal acuerdo.
Cuando esto sucede, la ejecución de la teoría se traduce en desviaciones y aberraciones iguales e incluso peores que las que se pretenden solucionar. Y vaya que lo podemos ver en nuestro día a día.
Vemos como el Gobierno venezolano mantiene un especial interés en todo lo que concierne a las comunicaciones dentro del territorio, extendiendo sus regulaciones a todo el aparato mediático: televisión, radio, prensa, publicidad, telecomunicaciones, Internet. Vemos como los medios masivos, en especial la televisión, ejercen su poder sobre la política y sobre la sociedad en general. Podemos citar un ejemplo claro de la mediatización de la política en el movimiento estudiantil, el cual se pintó en su momento como algo novedoso cuando en realidad no era nada y que se centraba en unas cuantas caras que ejercían, no solo la dirigencia política estudiantil, sino la capacidad del accionar mediático.
Realmente la gran solución a las contradicciones del ser humano está en aceptar que la humanidad es contradictoria y que es sus contradicciones donde radica el motor que acciona su movimiento y su desarrollo. Entonces, y solo entonces, seremos una sociedad perfectamente imperfecta.
Habermas, describe una sociedad perfectamente estructurada por el diálogo, la deliberación y el discurso, y muestra un panorama que en muchos casos se asemeja con el contexto socio político actual que se vive en Venezuela.
Lo curioso de esto es que en algunos casos, la sociedad “quintarrepublicana” se asemeja mucho más con sociedad gobernada por la Acción Comunicativa de Habermas, que con la misma Sociedad Socialista de Marx. Tal vez lo que quiere decir esto es que la vía para llegar a Marx es Habermas, curioso, realmente curioso.
Lo bueno en todo esto es la evidente buena intención de conseguir una sociedad políticamente perfecta a través de la comunicación, lo que deja muy bien parada a esta corriente humanista que a veces es mal vista por sus hermanas (o más bien sus tías abuelas), la sociología y la filosofía. De hecho, hay muchas cosas que son posibles en la descripción habermasiana de la sociedad perfecta: El pueblo ejerce su deliberación a través del voto, mediado siempre por los medios de comunicación, el discurso es el catalizador de la racionalidad en la sociedad, los medios se regulan dentro del marco de la ética de la deliberación política, pero siempre hay un ente regulador primigenio que decide los parámetros bajo los cuales se da toda esa ética comunicacional y política, y estos son los que detentan el poder. Es entonces cuando aparece lo malo.
Y es que en definitiva cualquier teorización de la sociedad que pretenda una solución absoluta de las contradicciones humanas, termina siendo una base filosófica para cualquier sistema autoritario, sea este de izquierda o de derecha. La única forma de acabar con la contradicción es imponiendo criterios, y cualquier disidencia es considerada una falta a la verdadera sociedad perfecta.
Habermas no habla de aquellos sectores que no poseen acceso a los medios de comunicación, no habla de aquellos sectores que no tienen acceso a una educación que les permita deliberar en los términos que exige la deliberación en sí misma, peor aún, la deliberación en Habermas oscila siempre en el acuerdo, sin mencionar el rencor que puede producir la exclusión consecuente de tal acuerdo.
Cuando esto sucede, la ejecución de la teoría se traduce en desviaciones y aberraciones iguales e incluso peores que las que se pretenden solucionar. Y vaya que lo podemos ver en nuestro día a día.
Vemos como el Gobierno venezolano mantiene un especial interés en todo lo que concierne a las comunicaciones dentro del territorio, extendiendo sus regulaciones a todo el aparato mediático: televisión, radio, prensa, publicidad, telecomunicaciones, Internet. Vemos como los medios masivos, en especial la televisión, ejercen su poder sobre la política y sobre la sociedad en general. Podemos citar un ejemplo claro de la mediatización de la política en el movimiento estudiantil, el cual se pintó en su momento como algo novedoso cuando en realidad no era nada y que se centraba en unas cuantas caras que ejercían, no solo la dirigencia política estudiantil, sino la capacidad del accionar mediático.
Realmente la gran solución a las contradicciones del ser humano está en aceptar que la humanidad es contradictoria y que es sus contradicciones donde radica el motor que acciona su movimiento y su desarrollo. Entonces, y solo entonces, seremos una sociedad perfectamente imperfecta.
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