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Ego, te absolvo

Este post será uno de esos que le hace honor al nombre de este Blog, porque será uno de esos post donde me descubriré ante ustedes tal como soy.

Suelo caerle mal a la gente en primeras impresiones. Los que han pasado esa barrera del "me cae mal" a "somos panas", luego me confiesan que al principio les resultaba un poco egocentrista y engreído. La mitad de lo que es una persona, es lo que los demás opinan de ella, así que es verdad, hasta cierto punto soy egocentrista y engreído. Sin embargo, me he dado cuenta que esas personas que me perciben egocéntrico, de alguna manera también lo son, y ese "me cae mal" suele ser en realidad un choque de egos.

Haber crecido en un barrio determinó mucho de lo que soy. La única manera que hay de sobrevivir en un barrio es destacando sobre los demás, existe una necesidad de hacerse respetar por los que te rodean, y uno puede tener la potestad de escoger de qué manera destacar y hacerse respetar. La mayoría destaca con base en infundir el temor en los demás, dándose a respetar por medio de la fuerza o de la violencia, es la manera más fácil. La otra manera de destacar y hacerte respetar es identificando y explotando algún talento: tocar algún instrumento, cantar, bailar, escribir, actuar o sencillamente aplicándote en los estudios para pertenecer a esa pequeña muestra de chamos de barrio que logran entrar en una Universidad.

Sea que escojas una vía u otra, es un tanto evidente que esa necesidad de destacar requiere y a su vez desarrolla en uno cierto grado de egocentrismo. Nadie que desee ser respetado por otro puede sufrir de ensimismamiento, timidez o baja autoestima, por lo que podría decirse que los que crecimos en barrio desarrollamos el ego empujados por nuestro entorno.

Pero sucede, y esto lo diré solo esta vez y más nunca, que en realidad somos egocentristas por defensa propia. Crecemos en un entorno hostil donde cada cosa lograda se hace con un esfuerzo adicional al que cualquier otro debiese llegar para lograr lo mismo. Y a medida que vamos desarrollándonos en esa vía que escogemos, nos vamos especializando, vamos perfeccionándonos en hacer las cosas lo mejor que se puede, y en mostrarles a todos que sí pudimos. Uno de los temores más grandes que tengo en la vida es al fracaso. Ese temor me hizo alguien bastante perfeccionista y terco, pero también me hizo saber que para poder ser perfeccionista y terco tenía que basarme en conocimientos y argumentos sólidos.

Es obvio que la vía que yo escogí fue la de identificar y explotar mis talentos. Comencé cantando en el coro de aguinaldos de la Parroquia, comencé a hacer Teatro y a participar en grupos de baile, di clases de catecismo, canté en las misas juveniles, fui recreador y siempre me vi estudiando en la Universidad. Cuando llegó el momento frustrante de no haber podido estudiar en la UCAB porque nunca superé la prueba de admisión, comencé a trabajar para pagarme los estudios.

Me gradué en el ISUM con buen promedio, y luego, con un poco más de seguridad en mi mismo, intenté suerte en la UCV y quedé. En la UCV aprendí a usar el don de la palabra, a argumentar, a dudar siempre de mi y de todo para poder aprender más cuestionándome y cuestionándolo todo. Tuve profesores excelentes, todos unos egocentristas, compañeros de clases con distintos grados de egocentrismo, pero con razones suficientes para serlo, pero todos trabajando en la búsqueda de más y más conocimiento.

Profesionalmente también me he topado con gente muy egocentrista, que me han enseñado casi todo lo que sé en mi carrera. Me he topado con jefes (generalmente jefas) muy seguros de sí mismos, y en completa disposición de armar equipos de trabajo perfectos. Eso me ha impulsado de alguna manera a seguir la misma "escuela" cuando me ha tocado armar y liderar grupos de trabajo.

La verdad es que siempre me ha gustado rodearme de gente brillante. En el ISUM hice grupo con gente muy inteligente al que los profesores llamaban "La Mafia". En la UCV hice grupo con gente a la que nos llamaban "La mejor camada de la ECS", nombre que adoptamos sin mayor rubor. Así que podemos decir que pertenezco a varias generaciones de egocentristas.

He tenido choques de ego con mucha gente en el ínterin. Choques que terminan siendo en su mayoría el inicio de grandes amistades y hermosos proyectos. Proyectos muy ambiciosos, tan ambiciosos como el tamaño de nuestros egos nos lo podía permitir. Siempre con un mismo fin: demostrar que sí podíamos, porque también me conseguía con gente que apostaba por mi fracaso.

Mi egocentrismo no va contra la gente que respeto, va contra esos que pretenden minusvalorar mi talento, contra esos que me retan, no con la intención de que mejore, sino con la intención de que fracase. Mi egocentrismo hoy todavía sigue siendo un mecanismo de defensa.

Sin embargo, la gente que me conoce y que me quiere puede dar fe de quién soy en realidad, una vez superada esa cortina de hierro, pueden conocer de primera mano que soy un amigo fiel, que valora mucho la amistad y que ama cultivar relaciones a largo plazo. Si mi ego gobernara en realidad mi vida, no me permitiría tener amigos, tener gente a la que admirar y respetar. Si hay algo que trato todos los días de no ser es soberbio. La soberbia es una actitud que te encierra en tus convicciones sin retarlas, sin cuestionarlas. Si me dejara gobernar por el ego y por la soberbia terminaría solo con mis creencias, probablemente muy equivocado y con muchos ex-amigos. Eso no me lo permitiría, por que el fracaso sigue siendo mi mayor temor.

Hace poco entrevisté a la señora Sofía Ímber, y en una de las preguntas que intentaba descubrir a la persona detrás de la leyenda de la mujer perfeccionista y exigente, obtuve una respuesta lapidaria: "El perfeccionismo es la mejor forma de lograr la excelencia, tu mismo estás intentando hacerme en este momento una entrevista perfecta".

Supongo que seguiré cayéndole mal a la gente, porque no voy a cambiar. Mi ego me ha permitido llegar a donde estoy, me obligó a salir del barrio, a graduarme, a seguir estudiando y empeñarme en cultivar mis conocimientos cada día. Ese soy yo: el egocentrista, el perfeccionista, el engreído, el que siempre estará buscando la excelencia, pero una vez que me gano la amistad y la simpatía de alguien, podrá descubrir que también soy el amigo que nunca lo dejará morir en la malas y que siempre lo invitará a disfrutar con él las buenas.

No me juzgues, todos tenemos algo de egocentristas.