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Tema oficial de Piel y Alma: Calma pueblo de Calle 13

Este estribillo se parece tanto a lo que está escrito allá arriba en el header del Blog:

"Ahora quítate el traje, falda y camiseta. Despójate de prendas, marcas, etiquetas. Pa’ cambiar el mundo desnuda tu coraje. La honestidad no tiene ropa ni maquillaje"

Calle 13 - Calma Pueblo from PACOAGUAYO on Vimeo.

Eeeh, eeeh, aaah... Desorden estuvo en la Calle

Obertura DP (OSMC)

Hay una diferencia grande entre hacer música para hacerse rico y hacerla por el amor a la música en sí. Aunque soy de los que cree que música siempre es música e implica un proceso creativo, sea mala o buena, sea popular o no. Pero, por ejemplo, es notable que hay una gran distancia cuando comparamos a la Fania All Stars con Salsa Kids, o a Los Beatles con las Spice Girls.

Aunque la mayoría de los grupos son consumidos por la Industria Cultural, es el nacimiento lo que los marca, y lo que en definitiva hace que aún hoy en día recordemos a Héctor Lavoe o a Bob Marley, a Celia Cruz o a Janis Joplin, a la Dimensión Latina o a Sentimiento Muerto; y que los hayamos convertido en íconos, referencias y leyendas de nuestra cultura pop, local y mundial.

Que los Rolling Stones aún estén rodando por ahí en conciertos, cuando ya todos sus integrantes deberían estar retirados en asilos, es producto de la honestidad genética de su música. Eso ocurre con Desorden Público. Luego de 25 años de carrera, los desordenados siguen brindando a sus seguidores un concierto tan lleno de energía como el que le regalaron a Caracas en Sabana Grande el pasado miércoles 28 de julio, con la excusa de celebrar el cumpleaños número 443 de nuestra mal querida ciudad, y acompañados lujosamente de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. ¿Mejor? ¡Imposible!

Los Esqueletos

Salí de mi oficina directo a Sabana Grande, previamente fui aplastado y restregado en el Metro, pero todo valió la pena. Iba con toda la intención de escuchar y bailar Ska, género que conocí gracias a ellos, y de disfrutar mi concierto como hasta ahora he disfrutado cada una de las presentaciones de Desorden en diversos escenarios de Caracas. Mientras iba en el Metro recordaba el lanzamiento que hicieron en La Estancia de su último álbum, Estrellas del Caos, y de como ese día conversé con una amiga sobre su asombro al caer en cuenta que apenas tendría unos cinco años de edad cuando aquellos tres panas seguidores del Ska británico y jamaiquino, del new wave y del punk, decidieron formar una banda para tocar ellos mismos la música que colocaban en su miniteca Aseo Urbano.

Lo demás es historia conocida: El origen del nombre, las grabaciones piratas en cassettes que rodaron en los inicios, el "spia" que adornaba las paredes de la ciudad anunciando el nuevo concierto en "Mata de Coco". Y recordé que en aquella época yo también era un niño de apenas siete años.

A los siete años llegué a La Vega para vivir con mis padres luego de haber pasado los primeros años de mi vida viviendo con mi abuela en Sarría. A Desorden Público lo conocí gracias al grupo de amigos con los cuales experimenté mi primera etapa de socialización en mi nueva zona. Extrañamente, estos chicos de barrio escuchaban a Desorden y a Sentimiento Muerto, y marcaron esa primera etapa de mi vida.

Cuando comencé el liceo, la Salsa y el Merengue musicalizaron el soundtrack de mi paso por las aulas de la Unidad Eduicativa Bermúdez. Por aquello del gregarismo, me alejé de esos primeros ritmos extraños que escuchaba al llegar al barrio y comencé a cultivar el gusto por los ritmos latinos que, entre otras cosas, permitían el "levante" (hoy se le dice "cuadre) en uno que otro matiné.

Sin embargo, nuevamente Desorden Público hizo temblar la tierra y mis gustos musicales para lograr reconciliarme con el Ska, el Rock y estos ritmos que no estaban permitidos en mi círculo de amigos de liceo, y esta vez duró para siempre.

Es que la fusión perfecta entre el Ska y la música latina que logra el grupo en su tercer disco Canto popular de la vida y muerte, hace que el más salsero de los salseros se mueva a un ritmo que le suena conocido, sin saber por qué.

Canto popular de la vida y muerte

Recuerdo en un concierto que ofrecieron gratis (como ya es costumbre últimamente), como un malandro de la vieja escuela que estaba en el público, tal vez por accidente, reconoció a Ray Barreto en el coro "Ee ee a, desorden ta’ en la calle" de la canción Combate, y fue evidente su emoción y elocuente la forma como su rostro (ese tipo de rostro bronceado por el acohol) reflejó que aquello, a pesar de serle nuevo, le era familiar. Son el tipo de cosas que logra hoy en día Desorden Público.

Cuando me llegó la edad de poder ir a un concierto solo, no me perdí casi ninguno en donde aparecieran ellos anunciados. La Carlota, el Hotel Eurobuilding, el Poliedro de Caracas, la plaza del rectorado de la UCV, La Estancia, en todos y cada uno de ellos, solo o acompañado, los acordes zig zagueantes de la guitarra de Antonio, con su baile Ska particular, el ritmo entrecortado de la batería de Dan-Lee, los sonidos latinos del teclado de Emigdio y de las percusiones de "Oscarello", la fusión ska-latina de los metales de "Kiko", "Cheo" y Enzo, la voz de Horacio y la presencia escénica del bajo de "Caplís", sirvieron de fondo musical en muchas escenas particulares de mi vida.

Hoy, con "Magú" sustituyendo magistralmente la guitarra de Antonio, con Francisco "Coco" Díaz (traído de los recuerdos de lo que fue la excelente banda El Pacto) en los teclados en lugar de Emigdio, con los metales de Hernán, Igor y José, con el peso de la muerte de César (a quién dedicaron el tema El Tren de la Vida), y con 25 años de carrera sólida, Desorden Público se da el lujo de montar a los hijos de sus integrantes en el escenario para hacer los coros de "Espiritual", haciéndome recordar a mi hija, quién desde pequeña salta de alegría al ritmo de "Gorilón" o del "Hardcore Mambo". Garantizando toda una nueva generación de fanáticos que apenas están empezando a crecer, augurando 25 años más de rueda, al mejor estilo de los Stones, o de Aerosmith, o de unos que le son más cercanos, The Skatalites.

Y es que, aún cuando yo mismo llegue a los 80 años, y los desordenados estén rayando los 90, si siguen montándose en un escenario, y tocan Valle de Balas, este servidor no dudará un segundo en hacer crujir sus huesos brincando en la olla. Así será.

Valle de balas