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#Los33

Todavía no había entrado a contar los 30 cuando ya estaba yo por acá lanzando tesis y teorías acerca de la edad. La crisis de los 30 nunca llegó y hoy cuento 33.

“La edad de Cristo” –seguro pensaste –y es casi inevitable no hacerlo si creciste en una cultura cristiana. Posiblemente también recordaste a los 33 mineros de Chile, reciente episodio de nuestra historia latinoamericana. El asunto es que están aquí, 33 añitos que llegan a mi vida hoy, en un momento de crisis.

Y es que de todos los pronósticos que pude haber hecho de estos 30’s, jamás habría pensado que la debilidad de estos primeros años de mi tercera década de vida, iba a tocar lo laboral. La cosa era sencilla: un trabajo estable, una carrera que iba por buen camino, y lo más importante, las ganas de comerme al mundo.

Pero las cosas son así. El asunto laboral ha estado demasiado movido para mis gustos, y he tenido cerca de cinco empleos distintos en los últimos tres años. Pero el peor de todos fue este último.

No pasé ni tres meses en mi último empleo, y ciertamente no habían pasado dos semanas cuando supe que no iba a durar mucho. Pero lo que más me molesta es haber perdido el tiempo y haber dejado atrás un cargo más o menos decente y estable, por una aventura que pintaba demasiado bien como para decir que no. A veces también es necesario saber cuándo decir NO a una oportunidad. Como cuando uno dice: “era demasiado bueno para ser verdad”.

Sigo aprendiendo, por ejemplo, supe lo que no debo hacer jamás como jefe. Una cosa es que a veces sea necesario utilizar la amenaza para encaminar un empleado que no termina de encajar en tus gustos, pero otra cosa distinta un simple reforzamiento negativo en verdadero caso de terrorismo laboral. Es terrible. Yo jamás amenazaría a un subordinado con su puesto de trabajo. Lamentablemente, o afortunadamente, desde la primera vez que me tocó ser “jefe” de alguien, me incliné por procurar hacer de esa persona un aliado, y no alguien del que me puedo deshacer si no “me sirve”. En fin.

Pero en definitiva, y volviendo al tema general, si hay algo que podría desear hoy al soplar las 33 velitas, sería que finalmente pueda hallar un empleo en el que desarrolle mi profesión durante un tiempo más o menos prolongado. Ya me cansé de brincar de cargo en cargo.

Podría hacer una analogía cabalística entre mis 33 y los 33 de Cristo. A los 33, Jesús logró cumplir su objetivo y alcanzó el lugar en la historia para el que estaba destinado, si es que en verdad existe esa cosa llamada destino. Espero que estos 33 signifiquen para mí justamente hallar ese lugar en mi propia historia para el que estoy destinado. Entonces sabré agradecer estos cinco o seis empleos de los últimos tres años, porque habrían sido el camino para lograr el que es, el que me ayude a desarrollarme en lo que quiero y como yo quiero.

Que así sea… ahora, con su permiso, voy a soplar las dos velitas con forma de 3.