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Cine venezolano: Hermano

Me enteré casi por casualidad, de esas casualidades que solo Twitter te proporciona, que iba a haber una proyección de la película Hermano en la plaza Miranda del Millenium Mall. Enseguida acomodé la agenda para tratar de estar puntual, convencer a mi esposa e hija de acompañarme y lanzarme al asunto.

También por esas casualidades que solo Twitter te proporciona, el pana Luis Carlos decidió ir al mismo sitio a ver la misma película, para cubrir una pauta que debió ser en el preestreno para la prensa.

Luego de "calarnos" un video institucional-cuasi-religioso del Caracas Fútbol Club (y eso que yo le voy a los rojos, ¡pero son vainas!) que nos hizo dudar por momentos si en realidad la proyección se daría, finalmente la película empezó a proyectarse a las 8:00 p.m.

Creo que ninguno de mis acompañantes se esperaba lo que vimos.

Desde el comienzo, el guión te advierte que la cosa no va ser fácil, pero te atrapa, te lleva y te trae sin ningún tipo de remordimiento. Te da cuatro coñazos, te hace reir, regresa para darte dos coñazos más y luego se marcha sin pedir disculpas.

El fútbol es la excusa para contar una historia que ya conocemos. Y es que lo original en Hermano no está en el argumento, sino en la trama. Ciertamente, tal como dice Arnaldo Espinoza en la reseña que escribió para Código Venezuela, hay un par de historias paralelas que no terminan de contarse, pero la historia que es, la principal, permite re-descubrir-te en la dicotomía amor-violencia en la que vivimos todos en esta hostil ciudad rodeada de ruralismo y supervivencia.

El background de la película no podía ser mejor ni más oportuno: una película que habla de fútbol en medio de un Mundial, y una pieza de cine venezolano recién galardonada con sendos premios internacionales. La cancha estaba preparada pués.

Dos hermanos que juegan muy bien al fútbol sueñan con ganar el torneo donde representan a su barrio y así lograr un boleto de entrada para el Caracas Fútbol Club, lo cual sin duda resolvería muchas de las carencias típicas de la clase pobre de nuestros barrios. Desde allí, lo que se cuenta alrededor de este argumento inicial te lleva a descubrir cosas, como por ejemplo que nadie es totalmente bueno o malo, que las calles son de concreto y por lo tanto son duras, que muchas veces las oportunidades, aunque se presenten, no se pueden atajar. El tren pasa, pero algo nos detiene. Inevitablemente tuve que establecer paralelismos entre la historia de la pantalla, y la mía propia con mi hermano Piar.

Injusta y esperanzadora a la vez. Hermano viene a llenar un vacío que el cine venezolano aún no atina a descubrir. El de la ausencia del cómo contar una historia. En dos platos, el de la falta de buenos guiones.

Siempre que acudo a alguna cita con cualquier película venezolana, recuerdo una charla en la que estuve escuchando a Fernando Venturini, quién criticaba duramente la calidad actoral del cine nacional: "Es que los actores de cine son los mismos de televisión, y entonces se traen esos vicios a la gran pantalla". Hermano resuelve este problema trayendo talento desconocido, algunas caras del teatro no comercial y actores consagrados, aunque no sobreexpuestos.

Los aspectos técnicos son impecables. La fotografía es excelente, los planos de la cámara en las escenas de los juegos de fútbol son excepcionalmente descriptivos, y a la vez limitan a señalar exclusivamente lo que el director quiso mostrar en la escena. No en balde Hermano se trajo los premios que se trajo.

Al finalizar la proyección, con el llanto a flor de piel, Saiyed, Génesis, Luis Carlos y yo dijimos poco, aunque expresamos mucho. Solo dos frases conclusivas atinamos a decir. Antes de salir le dije a LC: "esto es lo que le hace falta al cine venezolano, un buen guión", y él, rato luego me hizo una pregunta afirmativa: "Parece que tenemos nuestra propia Ciudad de Dios, ¿no?". Ambos estuvimos de acuerdo con lo que el otro dijo, mientras tanto, Saiyed no se interesó mucho en ocultar las lágrimas, LC prefirió despedirse para ir a llorar al carro.

Me gustaría ver las salas de cine abarrotadas. Me gustaría que Marcel Rasquín dirigiera otras películas de igual, o mejor calidad. Me gustaría ver de nuevo a Eliú Armas y a Fernando Moreno actuando en otros filmes. Me gustaría que fueras a ver Hermano y escribieras tu propia reseña, porque me gustaría leerla.

A veces no podemos desligarnos de nuestra realidad, pero sí podemos mostrarla de forma distinta. Solo hay que cambiar el punto de vista. Emplazar la cámara en otro eje.

Las frases:
"¿Tú crees que eres el único al que le han matado un ser querido?"
"La vida siempre nos caerá a goles, por eso hay que pensar que el juego siempre está cero a cero"