Según se puede desprender del pensamiento de Thomas Hobbes, sin lengua no hay Estado, sin Estado hay caos. Entonces, sin lenguaje hay caos. Pero, ¿que pasa cuando el caos es producido por el lenguaje y por esos mismos Estados que suponen civilización?
Los más recientes: Afganistán e Irak. Los que pasaron a la historia: Primera y Segunda guerra mundial, Vietnam, Corea. Los eternos: Colombia y el Medio Oriente. Países, regiones, Estados donde reina el caos a pesar del lenguaje.
Pero ¿es el lenguaje un verdadero creador de civilización? ¿O esto quedó en el pasado?
Tal vez, tal como Hobbes lo afirma, el lenguaje fue el invento más importante de la humanidad. En efecto, el lenguaje supuso una altísima capacidad de abstracción que solo el ser humano es capaz de alcanzar. Pero luego de una observación simple podemos percibir que una de las principales características de los países de Europa es que cada Estado de la unión posee una lengua diferente. Incluso, el lenguaje es un elemento primordial en el conflicto del Estado español con el grupo subversivo Vasco, ETA.
Esto nos lleva a afirmar que el lenguaje puede fungir como elemento de cohesión entre miembros de una sociedad para conformar un Estado. Pero también es un elemento que puede tener cierto protagonismo en factores de ese Estado que pretenden separarse de ese contrato social y formar uno propio.
Existen otros casos extraños como el de Latinoamérica. Somos el único continente que maneja un solo lenguaje, sin embargo, somos el único continente que no posee vínculos fuertes de integración.
Tal vez una explicación a este fenómeno pueda ser que nuestro lenguaje es impuesto. El lenguaje de América Latina no fue producto de un proceso natural, sino que formó parte de un proceso colonizador bastante dramático. También podemos deducir que existen elementos diferenciadores muy fuertes entre los países latinoamericanos que resultan suficientes para no estrechar lazos entre sí. Dicha razón no puede ser otra que un profundo sentimiento de inferioridad por su condición de “países subdesarrollados”. Condición aprovechada por otros países como Estados Unidos para crear relaciones de dependencia bastante desventajosas para los primeros. Entonces el lenguaje no es tan fuerte, o al menos no ha sido tomado en cuenta como elemento de cohesión.
Recordemos un poco la película del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu titulada “Babel”. La película encerraba tres situaciones que se entrelazan en algún punto y cuyo principal elemento era el lenguaje. La película está hablada en cuatro idiomas diferentes, esto supone que en cualquier país donde fuese proyectada necesitaba subtítulos. Sin embargo, la incomunicación que se genera en las tramas del film no tienen que ver con el lenguaje, sino más bien con los límites internos que sus personajes se auto imponen. Estas situaciones creaban un sin fin de conflictos que en muchos casos no terminan de solucionarse.
Hobbes también hace mención del pasaje bíblico de la Torre de Babel. Eso sucedió hace unos cuantos siglos atrás. Hoy, al parecer ya es hora de que el castigo de la Torre de Babel se levante. Está en todos nosotros vencer esos límites que nos auto imponemos y que van más allá del lenguaje para poder construir un mundo verdaderamente civilizado.
Los más recientes: Afganistán e Irak. Los que pasaron a la historia: Primera y Segunda guerra mundial, Vietnam, Corea. Los eternos: Colombia y el Medio Oriente. Países, regiones, Estados donde reina el caos a pesar del lenguaje.
Pero ¿es el lenguaje un verdadero creador de civilización? ¿O esto quedó en el pasado?
Tal vez, tal como Hobbes lo afirma, el lenguaje fue el invento más importante de la humanidad. En efecto, el lenguaje supuso una altísima capacidad de abstracción que solo el ser humano es capaz de alcanzar. Pero luego de una observación simple podemos percibir que una de las principales características de los países de Europa es que cada Estado de la unión posee una lengua diferente. Incluso, el lenguaje es un elemento primordial en el conflicto del Estado español con el grupo subversivo Vasco, ETA.
Esto nos lleva a afirmar que el lenguaje puede fungir como elemento de cohesión entre miembros de una sociedad para conformar un Estado. Pero también es un elemento que puede tener cierto protagonismo en factores de ese Estado que pretenden separarse de ese contrato social y formar uno propio.
Existen otros casos extraños como el de Latinoamérica. Somos el único continente que maneja un solo lenguaje, sin embargo, somos el único continente que no posee vínculos fuertes de integración.
Tal vez una explicación a este fenómeno pueda ser que nuestro lenguaje es impuesto. El lenguaje de América Latina no fue producto de un proceso natural, sino que formó parte de un proceso colonizador bastante dramático. También podemos deducir que existen elementos diferenciadores muy fuertes entre los países latinoamericanos que resultan suficientes para no estrechar lazos entre sí. Dicha razón no puede ser otra que un profundo sentimiento de inferioridad por su condición de “países subdesarrollados”. Condición aprovechada por otros países como Estados Unidos para crear relaciones de dependencia bastante desventajosas para los primeros. Entonces el lenguaje no es tan fuerte, o al menos no ha sido tomado en cuenta como elemento de cohesión.
Recordemos un poco la película del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu titulada “Babel”. La película encerraba tres situaciones que se entrelazan en algún punto y cuyo principal elemento era el lenguaje. La película está hablada en cuatro idiomas diferentes, esto supone que en cualquier país donde fuese proyectada necesitaba subtítulos. Sin embargo, la incomunicación que se genera en las tramas del film no tienen que ver con el lenguaje, sino más bien con los límites internos que sus personajes se auto imponen. Estas situaciones creaban un sin fin de conflictos que en muchos casos no terminan de solucionarse.
Hobbes también hace mención del pasaje bíblico de la Torre de Babel. Eso sucedió hace unos cuantos siglos atrás. Hoy, al parecer ya es hora de que el castigo de la Torre de Babel se levante. Está en todos nosotros vencer esos límites que nos auto imponemos y que van más allá del lenguaje para poder construir un mundo verdaderamente civilizado.
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