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Apuntes de Filosofía de la Comunicación IV: Rousseau. Lenguaje, pasión y política

Una multitud se aglomera en una de las principales avenidas de la ciudad, es la avenida que posee mayores capacidades para un evento de este tipo por sus dimensiones. La gente se amontona colmando todos los recovecos en las calles y aceras, algunas provenientes de las zonas adyacentes al punto y otras, la mayoría, de una marcha que ha recorrido varios kilómetros de asfalto, smog y sol. Una tarima los espera. A lo largo de la avenida hay sistemas de sonido suficientes para que el mensaje del Líder llegue hasta cada uno de los integrantes de la masa de escuchas.

El momento llega. Después de una larga caminata, y tras algunas horas esperando en el sitio, el Líder sube a la tarima. La multitud enloquece, aplaude, eleva cánticos representados en consignas a favor de él, su Líder. A algunos de ellos les importa más el Líder en sí mismo que sus ideas, igual no importa: si lo dice el Líder, debe ser bueno.

Jean Jacques Rousseau es un pensador inglés cuya obra abarca los temas más diversos. Entre ellos, se encuentra el "Ensayo sobre el origen de la lengua". Rousseau reflexiona en este libro sobre el origen del lenguaje, su evolución, el origen de la escritura y la estrecha relación que existe entre lenguaje y música.

Según Rousseau, el lenguaje en la antigüedad era totalmente cantado, en tanto que lo que se quería comunicar tenía que ver mucho más con los sentimientos que con la razón. El hombre se expresaba con sonidos, con cantos, y este lenguaje –bastante apreciado por Rousseau en cuanto a su pureza y su riqueza –nacido directamente de la sensibilidad de la pasión, no nos da una idea real de los objetos que describe, solo nos indica una idea ilusoria de la realidad, que se va racionalizando a medida que el lenguaje pierde, con el devenir del tiempo, su música.

El Líder toma el micrófono y saluda a su multitud. Su tono de voz no es ni por un instante, el mismo tono de voz que utiliza en las declaraciones a los medios de información, o el que usa cuando es simplemente un hombre más en la sala de su casa junto a sus íntimos. Aunque no es cantante, el líder canta. Aunque no es canción, su voz denota melodía. Denuncia, insulta, alaba sus ideas y ataca las del contrario, y cada una de sus palabras –o de sus notas –alegran el corazón de sus seguidores y arruga el de sus contrincantes. No importa que en sus palabras se salga del protocolo, no importa que sus notas convertidas en discurso suenen ridículas o en el mejor de los casos, cómicas, ante quienes lo escuchan con la razón más que con el corazón, ante sus "enemigos" obligatorios. Estos últimos, posiblemente luego imiten su discurso-canción para hacer reír a otra multitud en algún show de comedia. Pero en ese momento, el líder no es comedia. Es pasión. Cada uno de los miembros de la multitud irá a sus casas convencido de que las palabras-cantos que escucharon son ciertas. La pasión, no les da una idea real de lo que se escucha.

Rousseau señala que el lenguaje surge con la necesidad de establecer vínculos pasionales y emotivos con los semejantes. Pero ese lenguaje evoluciona (aunque para el gusto de Rousseau, parece más bien que involuciona) en función más de una necesidad que de una expresión. Entonces, lenguaje y música se separan para siempre. Al menos siempre y cuando lo que se quiera comunicar no requiera precisión, o que lo que se diga no convenga que sea analizado desde la razón.

El líder ya ha cantado lo suficiente, sus cuerdas vocales ya están cansadas y da por terminado el acto. Al día siguiente, la prensa trata de racionalizar el discurso del líder. Unos dicen una cosa, otros dicen otra. Nadie acierta. Lo que quiso decir el líder no se puede interpretar sino desde el lenguaje musical de la pasión.

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