Acabo de vivir una experiencia de esas que te hacen detener un momento y pensar sobre el significado de la vida.
La hija de una querida amiga, de tan solo unos años de nacida, ha fallecido víctima de una enfermedad bastante grave. No conozco los detalles del asunto y no vienen al caso. El punto es que, como padre, la noticia me ha pegado muy fuerte y me ha hecho cuestionarme varias cosas.
¿Acaso esa pequeña no tenía una misión en este mundo, así como tu y como yo? Y si la respuesta es no ¿Por qué nació?
Se puede culpar a algo o a alguien de esto. No se. Siempre he tenido la idea de Dios y del Demonio como dos energías muy parecidas, como dos viejos amigos que juegan ajedrez en un tablero dividido en cinco continentes.
La cuestión es que ante este tipo de acontecimientos uno se siente poca cosa, impotente, incluso rabioso. Algo es seguro, mi amiga dificilmente se recuperará de este golpe, yo no me recuperaría...
No somos nada, hoy estoy en este teclado escribiendo esto, y quizá luego de hacer click en "publicar", ya no estaré más. Y no podemos hacer nada al respecto. Entonces, ¿somos seres con libre albedrío o ya tenemos nuestro destino derteminado?
No somos nada. Somos los seres más débiles del universo. Si, los animales también son mortales, pero ellos no poseen las capacidades de raciocinio que poseemos los humanos. Para ellos, la muerte es una simple etapa del vivir impulsada por las mismas razones que les da el comer o el aparearse. A nosotros nos duele la muerte.
No somos nada. Por eso, hoy reafirmo mi postura de vivir cada segundo como si fuera el último. De tomarme mi tiempo cada mañana para despedirme de mi hija con un beso, y de decirte a ti, que estás leyendo esto con detenimiento, que te quiero, y que te agradezco mil veces el que me cuentes entre tus amigos, y sobre todo, que te tomes la molestia de leer esta sarta de gafedades que me salen de los dedos a través del teclado.
Nuevamente quedo ante ustedes en Piel y Alma...